domingo, 29 de julio de 2012

AUTÓGRAFO DE ALEKHINE


En 1932 Walter de Gruyter & Co. (Berlín y Leipzig) publicó el libro Auf dem Wege zur Weltmeisterschaft (1923-1927) de Alexánder Alekhine, que incluía esta fotografía en sus primeras páginas:


Del ejemplar que perteneció a Francisco de Asís Carreras hemos extraído este autógrafo del puño y letra del que fuera cuarto campeón mundial:
 

 La dedicatoria reza en francés:
À M. Francisco de
A. Carreras Obrador
 Sincèrement
A. Alekhine (firma).
Paris 3/XI 1934.

domingo, 22 de julio de 2012

NAJDORF-KÓTOV


Ricardo Lamarca Barrios (Madrid) llama la atención sobre este comentario de Miguel Najdorf en su partida contra Kótov (Zúrich, 1953), aparecido en su libro 15 aspirantes al campeonato mundial (Librería "El Ateneo" Editorial, Buenos Aires 1954, tomo 1, página 220):

Como puede verse, el ajedrez no es solamente un juego científico hecho de rutinas técnicas, sino que tiene mucho de arte, y en la conducción de una partida entran varios factores que no son estrictamente ajedrecísticos, como una buena dosis de psicología por "tantear" al adversario y conocer sus ocultas intenciones.

Reproducimos aquí la partida mencionada:

Miguel Najdorf - Alexánder Kótov
Torneo de Candidatos, Zúrich 1953

1.e4 c6 2.d4 d5 3.Cc3 dxe4 4.Cxe4 Af5 5.Cg3 Ag6 6.Cf3 Cd7 7.Ad3 Cgf6 8.0-0 e6 9.Te1 Ae7 10.c4 0-0 11.Axg6 hxg6 12.Af4 Te8 13.Dc2 c5 14.Tad1 cxd4 15.Cxd4 Ab4 16.Ad2 Axd2 17.Dxd2 a6 18.b4 Dc7 19.Tc1 Tad8 20.Dc3 Cb6 21.Cf3 Df4 22.De3 Dxe3 23.Txe3 Tc8 24.Tec3 Ted8 25.Rf1 Rf8 26.Re2 Re7 27.a3 Tc7 28.T3c2 Tdc8 29.Rd3


29...Cfd7 30.Cf1 f5 31.Ce3 e5 32.Cd2 e4+ 33.Re2 Ce5 34.c5 Cd3 35.Td1 Cf4+ 36.Rf1 Re6 37.Cxe4 Cd7 38.Cd6 Th8 39.g3 Ch3 40.Cd5 Tc6 41.Te2+, y Kótov se rindió.

domingo, 15 de julio de 2012

PLACA (SOLUCIÓN)


Solución al enigma de la placa que apareció el pasado 9 de mayo:




La placa en cuestión la hemos extraído de esta fotografía, y se trata del nombre de la calle y número del edificio en el que tenía su residencia Aron Nimzowitsch, en Copenhague (Øster Farimagsgade 9-11):


Fotografía: © Javier Asturiano

El portal del número 11, en donde vivía concretamente el jugador, puede apreciarse a la derecha en esta otra fotografía:


 Fotografía: © Javier Asturiano

domingo, 8 de julio de 2012

SOLUCIONES AL PUZLE


Soluciones a las preguntas del Puzle publicado el pasado 22 de abril en Escacultura:

1. Juegan las negras.

2. 1.d4 d5 2.c4 e6 3.Cc3 Cf6 4.Ag5 Ae7 5.e3 0-0 6.Cf3 Cbd7 7.Tc1 c6 8.a3 a6 9.Ad3.
    Son posibles, además, ligeras transposiciones.

3. Retrocediendo 9.Ad3 nos encontramos con esta otra posición:




que tuvo que defender Capablanca frente a Alexánder Alekhine (4ª partida del match por el Campeonato del Mundo, Buenos Aires 1927) y Max Euwe (Hastings 1934). Ambos adversarios prefirieron jugar contra él 9.Dc2.

4. Mario Monticelli, Budapest 1929. Capablanca eligió, a su vez, 9.cxd5.

5. Mae Clarke (1910-1992). 

Solo el lector Miquel Artigas Isart (Sabadell, España) ha resuelto acertadamente todas las cuestiones. Enhorabuena por ello.

Un ejercicio similar ha aparecido en el número 665/666 de la revista JAQUE (página 79). 

domingo, 1 de julio de 2012

QUE SI EL AJEDREZ ES UN ARTE


Juan María Solare (Bremen, Alemania) ha enviado este artículo para Escacultura que reproducimos muy gustosamente a continuación:





Que si el ajedrez es un arte
por Juan María Solare

Si el ajedrez es un arte es porque puede transmitir a los espectadores -y a sus protagonistas- cierta energía vital que a su vez puede plasmarse en sus acciones cotidianas. Decir energía implica afirmar que concibo literalmente la belleza como una forma de energía. Una energía sutil o arrolladora, dinámica o potencial, según los casos. Complementariamente: tal belleza no existe en las cosas, sino en el observador. La belleza no es, sino que se percibe.

La belleza asume muchas formas; una de ellas es la que proviene de la profundidad de lo sencillo, de la impresión de perfección. En este sentido puede decirse que -por ejemplo- el binomio de Newton o la demostración de la irracionalidad de raíz cuadrada de 2 son 'bellos'. Comprender estas nociones matemáticas (particularmente por primera vez) nos produce un sano asombro, y cuando hay estremecimiento hay belleza. Del mismo modo, reproducir ciertas partidas de ajedrez de los grandes maestros (o incluso de los no tan grandes pero que han creado partidas de innegable calidad), nos puede producir tal estremecimiento. Un estremecimiento que requiere, eso sí, conocer las reglas del ajedrez - y no me refiero aquí a meramente saber mover las piezas. Cuanto más conozcamos de estrategia, más comprenderemos y disfrutaremos los planes de los maestros, las alternativas que fueron dejadas de lado, lo implícito. Y cuanto más conozcamos las reglas, mejor apreciaremos las excepciones. Esto es claro en el ajedrez, pero también es válido para la música: realmente 'comprender' a fondo la música de Bach no es algo para cualquier mortal. La mayor parte de nosotros intuirá que 'aquí hay algo importante, pero no sé identificar qué es'. Exactamente la misma reacción tendrá un entusiasta del ajedrez al presenciar un duelo entre grandes maestros. No 'comprenderá' todo, pero intuirá cierta belleza. Es suficiente.

La belleza ajedrecística tiene muchas formas, muchos estilos, como también la belleza musical o la pictórica o la cinematográfica. Está la belleza basada en la pirotecnia combinativa (¿por qué no?, y pienso inevitablemente en Tal), la basada en maniobras estratégicas a largo plazo (típicamente Petrosián o Kárpov), incluso algunos momentos donde aflora cierto humor (acaso Nimzowitsch). Hay otra belleza producida al seguir las consideraciones psicológicas en la conducción de la partida (pienso en mucho Lasker, algún Bronstein), incluso las trampas y las 'picardías', a veces la elección de jugadas 'objetivamente' defectuosas pero que atolondran al rival, el permitirle una posición ligeramente ventajosa para que se confíe y baje la guardia. Otro tipo de belleza se basa en observar la lucha en estado casi puro, al ser humano que intenta autoafirmarse contra viento y marea (hay buenos ejemplos en Korchnói).

Estos tipos de belleza, además, son transferibles con bastante facilidad a otras artes, porque la impresión estética -el hecho de percibir belleza, es decir, energía- no depende del medio, del canal de comunicación.

En estas comparaciones es fácil ser demasiado subjetivo. Pero si hay que hablar de pirotecnia en la música (el arte que menos desconozco), pienso inmediatamente en Franz Liszt: a un virtuosismo técnico innegable se le agregaba cierto amor al exhibicionismo. Es interesante destacar que Mark Taimánov (también pianista, como es bien sabido) comparó a Mijaíl Tal con Nicolò Paganini (durante una entrevista con Lev Khariton publicada en febrero de 2003), por "el mismo auto-abandono y fatalismo"; y lo sintomático es que Liszt quiso hacer con el piano lo que Paganini había logrado con el violín (Taimánov compara a Liszt con Fischer por su "monumentalidad", lo cual señala que en estos asuntos no deben superar la condición de alegoría: no es una asociación 'uno a uno'). Si prefiero comparar a Tal con Liszt es porque en ambos hay una enorme dosis de profundidad (una cuidada estrategia a largo plazo) oculta tras la mencionada pirotecnia, y que apuntala el espectáculo que se observa en la superficie.

Ya Sergei Prokófiev (otro ilustre músico y ajedrecista) había comparado a Mozart con Capablanca: la similitud tiene como común denominador la simplicidad: en ambos creadores uno tiene la sensación de que esa partida -esa sinfonía- ha existido desde siempre y que no podía haber sido de otra manera. Mozart y Capablanca no creaban obras, sino arquetipos. Ante ambos (o mejor dicho ante sus mejores creaciones) me pregunto siempre '¿cómo es posible navegar en un lenguaje musical tan trillado -cómo es posible hacer jugadas tan normales y naturales- y sin embargo ser tan original y tan profundo? ¿Cómo es que lo simple, en sus manos, no resulta anodino?'

Un caso peculiar es el de Korchnói: ¿con quién lo compararíamos? Este caso me resulta especialmente importante para sustentar mi osada afirmación inicial que la belleza es una forma de energía. Aquí no se puede ser objetivo, pero si Korchnói representa la lucha contra la adversidad (dentro y fuera del tablero), sus equivalentes musicales, en mi Olimpo personal, son Astor Piazzolla y Freddie Mercury, porque no claudicaron. Cierto que aquí pesan mucho los factores biográficos. Pero también es cierto que, en ocasiones, escuchar su música es una de las pocas cosas que me alejan del suicidio.

Y como ejemplo final, recordemos aquel famoso estudio de Réti con un peón y rey por bando (publicado en el Ostrauer Morgenzeitung, 4 de diciembre de 1921), donde las blancas llegan 'milagrosamente' al empate moviendo su rey en diagonal y manteniendo así dos planes posibles todo el tiempo (frenar al peón rival y apoyar el avance de su propio peón). Este estudio, por la 'inigualable desigualdad' entre escaso material y pluralidad de ideas, me recuerda automáticamente a la música de Anton Webern, donde pocas y bien elegidas notas suscitan una cantidad inesperada de asociaciones e interrelaciones. Es como descubrir la vida oculta del desierto, allí donde uno no esperaría más que rocas y arena.

Juan María Solare
Bremen, 16 y 29 de junio 2012