viernes, 21 de marzo de 2008

RECORDANDO A DON PABLO



La última vez que estuve en Madrid aproveché para pasarme por el Club de Ajedrez Puerta del Sol, cosa que ya se está convirtiendo en costumbre. Situado en un lugar tan céntrico como es la calle Mayor número 6 de la capital de España, lo preside el infatigable Ricardo Lamarca Barrios. Como siempre, entre otros amigos, estaba allí Don Pablo.

Conocí a Pablo González Pérez (Don Pablo) en el mismo local unos meses antes. Ricardo Lamarca ya me había advertido de su fuerza como jugador. Era sin duda un personaje peculiar. Con sus 73 años y aspecto algo serio, parecía transmitir una sensación como de persona venerable, tanto en sus maneras como en su forma de juego. Era de esas raras personas (cada vez más difíciles de ver en la actualidad) de las que se podría decir con propiedad la añeja expresión "caballero del ajedrez".

Nos dispusimos a jugar una partida. - ¿A cuánto tiempo?, - pregunté. - No, mejor sin reloj, no hace falta - me respondió. Yo ya me había dado cuenta otras veces de que su concepción del Ajedrez, con mayúsculas, distaba mucho de la superficialidad de las usuales partidas de cinco o de diez minutos... Así que no me desagradó jugar sin reloj con él (y no contra él). En realidad jugar con él era un placer, aunque en más de una ocasión hubiera que "sufrir" con sus jugadas. Con él siempre había lucha. Con él siempre había partida interesante.

Otros que lo conocieron mejor podrán hablar también mejor sobre él, con mucha más precisión y detalle. Pero, a pesar de haberle tratado tan poco, a mí me parece aún recordar sus frases, cortas, sobrias, pero con frecuencia lapidarias, y por lo general certeras, dando siempre en el clavo, llegando al fondo de la cuestión. Y me parece aún recordar sus partidas, sus agudas combinaciones, su erudición en los finales y su refinado gusto por "sus" aperturas, que tan bien conocía y amaba: la Apertura Bird, las Defensas 1...Cc6 contra Peón de Rey y Nimzoindia contra Peón de Dama... Variantes, curiosamente, que también fueron las predilectas del mismísimo Aron Nimzowitsch, al que se le tachaba de "extravagante" y "bohemio". ¿Casualidad? Lo dudo. Hay quien dice que en el Ajedrez, como en la Vida, nada es casual.

Don Pablo nos dejó el 8 de febrero de 2008. El día anterior tampoco había dejado de acudir, como siempre hacía, a jugar sus acostumbradas partidas, a impartir su lección, a continuar el rito. Descanse en paz. Pero allá donde esté, y conociendo su gran afición, seguro que sigue practicando su juego favorito, repartiendo sus caramelos... y también una sonrisa.

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